El curso del Vero es subterráneo un buen tramo hasta renacer en Lecina. A partir de aquí se abre camino a través de espectaculares cañones y estrechas gargantas. Las pinturas rupestres cercanas a Lecina y Alquézar dan testimonio de la remota actividad que surgió en su entorno en época prehistórica.

En tiempos islámicos el Vero actuó como vía natural de comunicación entre Al-Qsar (Alquézar, la fortaleza) y la ciudad musulmana de Barbastro, capital del distrito de la Barbitanya. Más tarde, el río se convertiría en el corredor natural para la penetración de las tropas aragonesas en su avance desde el Sobrarbe hacia la conquista de la tierra llana.

Pese a la angostura de su cauce a su paso por Alquézar, sus aguas fueron aprovechadas al máximo y los molinos, azudes y puentes que conserva, dan testimonio de la intensa actividad que se dio aquí en tiempos históricos más recientes.

Una presa es una barrera que eleva el nivel del agua para desviarla a una acequia y utilizarla como fuerza hidráulica o para riego. La de Alquézar tiene su origen en época medieval, y el agua que retenía era desviada por una acequia hasta un viejo molino, hoy desaparecido. Hacia 1909 la presa fue recrecida con obra de cemento y se construyó la acequia que hoy vemos para llevar el agua hasta las turbinas de una minicentral hidroeléctrica que se había instalado aprovechando un viejo molino.

A medida que se desciende por el río, las aristadas paredes calcáreas van dejando paso a los redondeados conglomerados. Bajo estos cantiles se encuentra otro azud o presa, que en origen pudo servir para mover las palas de un batán muy antiguo.

El batán es una máquina destinada a transformar unos tejidos abiertos en otros más tupidos. La fuerza del agua mueve una rueda que activa los mazos que posteriormente golpearán los tejidos hasta compactarlos. Las fuentes documentales citan el batán de Alquézar en 1190. Esta actividad preindustrial incipiente, teniendo en cuenta que es en el siglo XII cuando empiezan a aparecer estas máquinas, da cuenta de la prosperidad que disfrutó la villa de Alquézar en época medieval.

Más tarde, entre los siglos XIV y XV el azud se puso al servicio del molino harinero situado unos 200 m. más abajo.

El agua conducida desde el azud por una acequia se acumulaba en el balsal. Así el molinero se garantizaba la molienda sin necesidad de estar sujeto al variable caudal del río. El agua era engullida con voracidad por el molino a través de los saetines, ponía en marcha la muela y volvía a salir por los cárcavos. Estas cavidades son el único elemento constructivo que distingue al molino de una casa de campo.

 

  • Alquezar. Acequia presa central y molino 2
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