En el monte de Asque, abundante en flores casi todo el año, en romero, tomillo, encina y roble, muchas familias tenían arnales (colmenas). La miel completaba la dieta, se usaba en el rico turrón de almendras y en muchos otros postres, y era de excelente calidad.

El arnal es el lugar soleado y protegido del viento en el que se instalan las arnas. Suelen ser pequeñas construcciones a base de piedra seca o mampostería, abiertas al exterior y protegidas con un tejado de losas de piedra; otras veces se instalan en abrigos y covachos rocosos abiertos en las paredes de los barrancos.

En su interior se colocaban troncos de madera a diferentes alturas, sobre los que se sitúan las arnas o colmenas. Este tipo de colmena, tumbada u horizontal es propia del Norte de África, aunque aparece de manera excepcional aquí, en la otra orilla del Mediterráneo.

Las arnas son cilíndricas y están hechas con cañizos remozados con barro que, una vez seco, da consistencia y sirve de aislante al recipiente. Las bocas se tapan con losas de piedra.

En Asque la familia Berges recoge la tradición de cinco generaciones de apicultores, que siguen cosechando la miel del color del oro, dulce medicina, sana energía, suave placer.

 

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