Hasta mediados del siglo XX los olivos de los campos de Bierge se perdían hasta donde alcanzaba la vista. En campos de terrazas arraigaban las impresionantes peanas de multitud de olivos centenarios. La recolección ocupaba los meses más duros de frío y a veces se prolongaba hasta marzo, con lo que la actividad en el torno era continua hasta bien entrada la primavera. De ahí que aún se conserve el edificio donde estuvo el Molino Oleario de Bierge, con una placa que indica la fecha de 1930.