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Mirar a Dios cara a cara: el Cristo románico.
El viernes 2 de diciembre, a las 19.30 horas, en el Museo Diocesano concluye el VI Ciclo de Arte Románico con la conferencia “Mirar a Dios cara a cara: el Cristo románico” a cargo de Fernando GALTIER MARTÍ, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza que tiene en su poder 6 sexenios de investigación y 7 quinquenios de docencia y ha dirigido en los últimos 10 años 3 tesis doctorales. La totalidad de la producción científica del autor suma: 13 libros, 11 capítulos de libros y 60 artículos publicados.
La conferencia “Mirar a Dios cara a cara: el Cristo románico”
Los teólogos más antiguos, como san Pablo, admitieron que el triunfo de Cristo, y por extensión el éxito del cristianismo, que había de llegar, se debían a la victoria del Mesías sobre la cruz, como atestiguan los evangelistas. Ello no implicaba que fuera necesario representar su sacrificio de una manera ‘histórica’ sino exaltar su cruz redentora en forma preciosa y vacía. Vista la marginalidad iconográfica de la representación de la Pasión en su dimensión ‘verídica’ durante siglos, cabe plantearse por qué el arte cristiano no optó por aceptar como icono principal de su religión una imagen menos agresiva que la visión de Cristo crucificado. Es evidente que en la vida de Cristo hay multitud de momentos que podían haber evocado su divina gloria sin entrar a hurgar en el peor episodio de su paso por la Tierra, aunque fuera el culminante, como es el de Cristo en la cruz. A pesar de la obviedad que desde nuestro siglo XXI –y mejor desde el siglo XX– respondería que sí, la verdad es que durante el primer milenio del arte cristiano y, especialmente desde la Roma de los papas, la respuesta clara y contundente fue que no.
Una vez extirpado todo residuo de paganismo de la vida cotidiana cristiana, tanto en lo concerniente al teatro como al riesgo de idolatría, se planteó la necesidad de una profundización plástica, emotiva y paralitúrgica de la Pasión. Y se comenzó con la imagen de Cristo crucificado, cuyos más antiguos testimonios aparecen cargados de reliquias para hacer de ellos por ellas objetos sagrados. Y se representó la terrible escena del Descendimiento para que la imagen de Cristo pudiera ser depuesta, lavada, ungida y procesionada. Y se celebró la Visita de las Marías al Sepulcro, mediante representaciones bidimensionales o de bulto redondo para proclamar la resurrección del Mesías. Si los primeros atisbos de la iconografía pasionista de naturaleza procesional se detectan en la época poscarolingia, hay que esperar al período llamado de 1200 para hallarnos ante los más antiguos pasos procesionales conservados. Es la imagen denominada en alemán Palmesel –el asno de la palma–, es decir Jesús montado sobre un borriquillo para conmemorar su Entrada triunfal en Jerusalén con motivo de Domingo de Ramos. Tan noble y sencilla imagen introdujo una multitud de complejos y fascinantes desarrollos.