En la fachada de Casa el Estanquero (hoy convertida en un hotel) campea un escudo que lleva la fecha de 1784. En él aparece una torre de tres pisos de la que sale un brazo que sostiene ¿una lanza con una cabeza clavada en su extremo? Eso es lo que algunos quieren ver aquí, como representación gráfica de la leyenda que explica la conquista del castillo de Alquézar.

Dicen que el rey moro sometía a sus súbditos a constantes abusos y que para satisfacer sus caprichos exigía que se le entregaran las jóvenes vírgenes más hermosas de la zona. Así fue hasta que una valiente joven de la vecina aldea de Buera tomó la iniciativa: ella sola penetraría en el castillo y a una señal suya desde la torre más alta, los cristianos atacarían y vencerían sin dificultad.

Aunque parecía una locura nadie pudo persuadir a la muchacha para que abandonase. Al caer la noche se vistió con sus prendas más sutiles, recogió sus largos cabellos rubios con una afilada peineta y se presentó en el castillo para ofrecerse al rey, quien no tardó en abandonarse al vino y a la belleza de la chica. Ella se soltó el pelo y cuando el rey cayó rendido ante su hermosura, le hundió su peineta en el corazón. Con su propia espada el cortó la cabeza y la sacó por la ventana.

A esta señal los cristianos atacaron y los musulmanes, confusos, sin líder y viéndose perdidos, decidieron darse muerte. Vendaron los ojos de sus caballos y al galope se precipitaron al vacío. Dicen que algunas noches aún se escuchan allí relinchos y desesperados gritos: los de las almas de aquellos soldados moros.

 

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