La amplia vaguada que recoge las aguas del barrano de la Clamor está salpicada de rocas de arenisca que la erosión ha redondeado, formando un extraño paisaje. Sobre uno de estos espolones de arenisca surgió hace siglos la población de Azlor, primero en torno a su castillo y más tarde al abrigo de su iglesia parroquial.

A su alrededor el ondulado paisaje recibe hoy al visitante con los almendros en flor que anuncian la primavera, el verde del cereal y los ocres de las vides en otoño. Durante todo el año invita a descubrir de manera tranquila sus senderos y a sentirse en contacto con la naturaleza, dos privilegios de estos pueblos del Somontano.

El casco urbano de Azlor se articula en torno al espacio rectangular de la plaza. Paseando por sus calles se descubren imponentes casas solariegas, construidas con piedra y ladrillo, con portadas doveladas y galerías de arcos como Casa El Barón, Casa Palacio, Casa Turia o Casa Zamora. Al menos 8 de ellas ostentan escudos de armas que hacen gala de la infanzonía de sus habitantes.

A principios del siglo XII, tras la conquista cristiana debió fortificarse el viejo castillo musulmán, encaramado sobre una plataforma alargada de piedra arenisca. El llamado castillo de Ador debió ser muy similar al de la vecina localidad de Azara. En el extremo de la cresta rocosa hay también un aljibe rectangular de gran capacidad.

Entre Azara y Azlor sobre una pequeña loma y visible desde la carretera está El castillo”, un caserío rural cuyos orígenes se remontan al siglo XV. Muy arruinado hoy apenas quedan los cuatro muros del edificio principal, algunos arcos de la iglesia aneja y un pequeño oratorio, dedicado a san Gil.

 

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