El municipio de Lascellas-Ponzano da la bienvenida al visitante que entra en el Somontano, tras cruzar el gran tajo abierto por el Alcanadre.
El discurrir encajonado del río en este tramo, tradicionalmente ha imposibilitado su aprovechamiento para el riego, vinculando a las gentes de la ribera a los secanos dedicados al cereal y más recientemente al viñedo.
Pero esa inaccesibilidad de las cornisas rocosas ha favorecido también la presencia aquí de algunas aves en peligro de extinción o muy vulnerables, como el alimoche, el águila real o el búho real, joyas de la naturaleza que surcan libremente los cielos del Somontano.
El núcleo poblacional de Ponzano se organiza en torno a una plaza. En él se pueden apreciar buenos ejemplos de arquitectura popular con puertas doveladas y fachadas con escudos.
Del conjunto destaca la mole de su parroquial de Santa María la Mayor, del siglo XVI. La construcción de este templo fue encargada por el Concejo Municipal en 1572, a dos canteros de origen vasco que ya habían trabajado en varias iglesias del Somontano. El pueblo, además de pagarles por más de 5 años de obras, contribuyó a la construcción con trabajos vecinales, que realizaron fuera del “tiempo de segar o trillar”.
Es una buena muestra de la arquitectura del siglo XVI en general (portada renacentista, bóvedas de crucería góticas ...) y del Somontano en particular, ya que como modelo para las molduras se usó la torre de Pertusa, para el enlucido del interior, la Seo de Barbastro, para la puerta y su clavazón, la iglesia de Lascellas y para las torrecillas del campanario (desde donde se “esconjuraban” tormentas), se tomó como modelo la torre de Castejón del Puente.
A las afueras de la población se encuentran el pozo fuente, y la ermita de San Román.
La tradición vitivinícola de esta población ha perdurado con la Bodega Osca, cuyas instalaciones combinan la modernidad con espacios históricos como los calados subterráneos del siglo XVI en los que se crían y envejecen los vinos de alta gama.