La población se asienta sobre un terreno llano, a 522 m. Dos calles de largo desarrollo agrupan el mayor número de viviendas muchas de las cuales conservan bellos patios empedrados con cantos rodados, conformando diseños geométricos. Rodear la localidad por las eras situadas entorno, permite admirar cuidados huertos y pasear por antiguos caminos cercados por muros de piedra.
Conserva un antiguo torno convertido en centro de visitantes donde sumergirse en el apasionante mundo del olivo y el aceite.
La iglesia parroquial, dedicada a San Juan, es un bello edificio de aire medieval, de pequeñas dimensiones, sencillo y recogido.
El visitante podrá disfrutar del carácter amable de sus gentes durante las fiestas mayores, a finales de agosto, en las que destaca la tradicional ronda. Como en casi todas las poblaciones de la ribera del Vero, en enero, en honor a San Fabián y San Sebastián, se encienden grandes hogueras.
En las proximidades de Buera, a unos 4 km. de la población, se encuentra el Santuario de Santa María de Dulcis cuya techumbre está decorada con bonitas yeserías mudéjares. De camino al cual se puede contemplar el pozo de hielo.