Un paseo por las calles y alrededores de Salas Bajas nos da cuenta de la relación del hombre y el territorio, en el que desde la prehistoria hasta la actualidad, ha ido dejando su huella imborrable. A lo largo de los siglos la población recibió diferentes nombres: “Salas”, “Salis Inferioribus”, “Salis de Susso” “Salas Baxas” hasta que en 1646 se le asigno definitivamente el de Salas Bajas.

La parte más antigua del pueblo, que se agrupa en torno a la Calle Mayor, cuenta con casas construidas entre los siglos XVI y XVIII. Unas tienen portadas de ladrillo y aire popular; otras son grandes casonas solariegas, enseñoreadas por escudos heráldicos que nos hablan de la nobleza de sus propietarios. En lo alto de algunas fachadas se abren hornacinas para acoger al santo patrón de la casa, que ha de velar por su protección.

En el centro de la población se destaca la gran Iglesia de San Vicente Mártir.

En los alrededores se encuentra el conjunto de la fuente y el lavadero. Se erigió en 1973 a fin de cubrir varias necesidades: la pieza central es la fuente, destinada al abastecimiento humano; un abrevadero recoge el valioso líquido que se derrama de los caños; algo más lejos hay un lavadero rectangular. Una serie de acequias destinadas al regadío de los huertos cercanos prolongan el conjunto.

El camino que conduce a la fuente, típica del Somontano, entre campos de cultivo y viñedos, nos lleva a la ermita de la Virgen del Plano.

Salas Bajas conserva un bonito Torno recientemente rehabilitado. Los vecinos, propietarios y gestores del torno, molturaban aquí las aceitunas de sus campos. Aunque la almazara tiene origen en el siglo XVIII, en la década de 1939 se modernizó notablemente, electrificándose la muela e instalando una batidora y una eficaz prensa hidráulica.

A la entrada de la población se encuentra Bodegas Enate, sinónimo de viticultura de calidad, modernidad y funcionalidad, diseño y arte contemporáneo. En sus espacios interiores concebidos con precisión geométrica se percibe una cadencia de líneas rectas y aristas. Aquí las formas redondeadas son patrimonio exclusivo de la barrica. Pero bajo los volúmenes industriales se esconde todo un mundo de sensaciones, de espacios bien definidos por luces cenitales y materiales cálidos. El sosiego, la armonía y la intensa luminosidad que rodean al edificio inundan también los espacios interiores de esta bodega a través del cristal, de forma que aún dentro siempre queda la sensación de estar un poco fuera. Su vinculación con el arte contemporáneo no sólo queda patente en el diseño del edificio (obra de Jesús Manzanares), sino también en las etiquetas que visten todos los vinos, diseñadas a partir de la obra de artistas como Antonio Saura, Antoni Tàpies, José Beulas o Eduardo Chillida.

Frente a la bodega, en medio del viñedo se encuentra el Bosque de Hierro. 40 vigas de 7 metros de longitud y 180 kilos de peso cada una, integran el monumental conjunto escultórico de Vicente García Plana, que asemeja en sus formas las intrincadas curvas de los troncos del árbol y sus ramas mecidas por el viento. La obra fue creada para la exposición "Todo es Algo" en 2002 y más tarde fue adquirida por la bodega Enate para ser plantada en el campo, dando forma un verdadero bosque de hierro en perfecta simbiosis con el paisaje.

 

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