Entre los años 1100 (toma de Barbastro) y 1134, Alfonso I el Batallador lideró la expansión y repoblación y aragonesa hacia la Tierra Baja. Al alejarse el peligro musulmán, se dio paso al fenómeno repoblador, y la expansión y control del territorio se hizo realidad gracias a la creación de nuevos asentamientos como éste, en lugares estratégicos desde el punto de vista de las comunicaciones, elevados y próximos a cursos de agua. En este contexto parecen situarse los orígenes del yacimiento medieval de la Torraza (siglo XII).
La cercana población de El Tormillo estuvo habitada por los mismos años, y de hecho la construcción de su iglesia es prácticamente contemporánea a este yacimiento. Sin embargo El Tormillo prosperó, mientras que el poblamiento de La Torraza murió.
Otros asentamientos similares como El Almerge (Laluenga), en lugar alto, fortificado y con disponibilidad de agua también fueron abandonados por causas desconocidas...
El yacimiento, que se encuentra en un alargado cerro de orientación norte-sur, tiene una extensión aproximada 150 x 50 m. Su nombre “Torraza” hace referencia al conjunto de piedras y sillares que popularmente se interpretaron en el pasado como restos de una torre.
Se han conservado parte de la fortificación que lo protegía, así como los restos de un foso que resguardaba al poblado de los ataques enemigos.
El acceso se practicaba además a través de escaleras talladas en la roca con encajes para cierres y portones.
Gran parte de la superficie del cerro la ocupan los restos de las casas del poblado.
El conjunto se completa con depósitos excavadas en la roca para el almacenamiento de grano.
Su necrópolis es, sin duda, la zona más espectacular de todo el asentamiento y una de las más importantes de Aragón. Se localiza sobre uno de los extremos del montículo.
Consta de unas 30 tumbas, 3 de las cuales pertenecen a niños. Todas son antropomorfas y han sido excavadas en el suelo rocoso. Conservan el encaje para las losas que las cubrirían, la mayor parte desaparecidas.
Los muertos eran enterrados vestidos y probablemente con adornos y algún tipo de ajuar, aunque nada ha llegado a nosotros.