Barbastro, desde que fuera fundada en el siglo X, ha venido desempeñando el papel de capital del Somontano, o de la Barbatanya, como se la conocía en época musulmana. Su localización geográfica la convirtió desde entonces en capital administrativa con vocación comercial, papel que ha venido desempeñando hasta la actualidad. 

Éste es un recorrido alrededor de su historia, de sus personajes y de las huellas que dejaron en la ciudad, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1.975.

La ascensión al Monasterio de El Pueyo, mirador inigualable de todo el Somontano, tampoco puede faltar en la visita a Barbastro.
En la capital del Vero también puede tomarse el sendero GR 45, por el que es posible acceder, a pie o en bicicleta, a las localidades de Burceat y Cregenzán.

Conjunto de San Julián y Santa Lucía:

Este conjunto monumental constituye la puerta de entrada al Somontano.
Concretamente en las dependencias del antiguo hospital se encuentran el Espacio del Vino y el consejo regulador de la Denominación de Origen Somontano.
En este mismo espacio, se encuentra la iglesia gótica de San Julián que se construyó en el siglo XVI. 

Conjunto catedralicio:

La Catedral de la Asunción es el monumento más emblemático de la ciudad. La ambiciosa construcción de principios del siglo XVI, fue un proyecto ciudadano financiado por el propio Concejo Municipal. El resultado fue un templo de grandes dimensiones y planta de salón, en el que las tres naves presentan la misma altura, dando lugar a un espacio interior diáfano, equilibrado y a la vez majestuoso.
Del retablo mayor destaca el espectacular basamento de alabastro, obra de Damián Forment y de su discípulo Juan de Liceire.
A partir del siglo XVII el templo se enriqueció con nuevas capillas de las que destacan las dos de los pies, ambas obras del barroco pleno, ya del siglo XVIII.
La torre se levanta exenta al norte de la cabecera de la catedral, quizá porque el alminar de la mezquita fue reutilizado como campanario cuando, tras la conquista cristiana, éste fue consagrada catedral.
Hacia comienzos del XIV, este minarete fue derribado y sustituido por una torre medieval (los muros de los cuerpos inferiores tienen un grosor superior a los 2 m). A principios del siglo XVII se añadió un cuerpo más al modo de una contra torre o torre interior, de ladrillo al interior y sillería al exterior. La construcción del chapitel en el siglo XVIII le proporcionó un aspecto definitivo.
El sonido de sus campanas ponía en marcha la vida de la ciudad, pero además de funciones civiles y religiosas, se utilizó como atalaya y refugio en varias ocasiones.
Dentro del Conjunto Catedralicio se sitúa el Museo Diocesano, que además de una interesante colección de piezas de orfebrería y tejidos, reúne preciosas obras de escultura y pintura medieval.
Las excavaciones realizadas en el interior de la catedral han sacado a la luz restos de la mezquita (siglo X), de la anterior iglesia, del claustro gótico, de la abadía y del cementerio de finales del siglo XVIII.
A pocos metros de la catedral se encuentra el Palacio Episcopal. Cuando en 1571, tras varios años de pleitos, Barbastro recuperó su categoría de Sede Episcopal, la ciudad se comprometió para proporcionar a los obispos una residencia acorde con su dignidad.
Al exterior, respondía genuinamente al tipo palacio aragonés. La torre en el flanco es una reminiscencia de las residencias rurales fortificadas, un signo de poder del que no pudieron prescindir sus dueños en las viviendas ciudadanas. Actualmente es la sede del Museo Diocesano.

Plaza de la Constitución:

Al fondo de la plaza, en el centro, se encuentra el Ayuntamiento. La primera Casa Consistorial fue construida a finales del siglo XV bajo las órdenes del alarife moro Farag de Gali, maestro de obras del rey Fernando El Católico.
Del edificio actual, fruto de la profunda transformación que sufrió hacia 1950, destacan su pequeño alero, los ventanales abiertos en el piso superior y el balcón de regia forja que abre a la planta noble. El salón de plenos conserva parte de la decoración original.
En origen, en el lugar que ocupa la Casa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, estuvo la casa solariega de la familia Pueyo. Más tarde fue la sede del "Casino de La Amistad", uno de los dos que en el siglo XIX tuvo Barbastro. Finalmente, aquel edificio hoy desaparecido, acogería la primera casa de Hermanitas, orden fundada en Barbastro en 1873 por Santa Teresa Jornet y por el canónigo e historiador de la ciudad, Saturnino López Novoa.
Cierra la plaza el Colegio de los Escolapios, el primero (1677) que tuvieron los Padres Escolapios en España, activo en la actualidad. La iglesia, de tipología jesuítica, tiene planta de cruz latina, cúpula sobre crucero y una nave longitudinal de gran altura a la que abren capillas, sobre las que se sitúan las tribunas. Capiteles, pilastras adosadas, molduras y cornisas, remiten al lenguaje decorativo del barroco más clasicista. Su interior contiene pinturas del artista barbastrense Francisco Zueras.
En los muros que dan a la calle Argensola puede verse un tosco escudo: recuerda que la Ciudad de Barbastro donó este terreno (en el pasado una calle) para erigir allí la iglesia

Casas nobles del Renacimiento:

Desde la iglesia de los Escolapios se accede a la antigua Calle Mayor, que nos conduce a los siglos del renacimiento. El edificio conocido como Casa Latorre o "Casa Zapatillas" acoge la sede en Barbastro de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
La fachada de ladrillo, la galería de arcos y el alero de madera remite al modelo de vivienda generalizado en el siglo XVI en las ciudades aragonesas entre las clases acomodadas.
El alero labrado en madera del Palacio Argensola es uno de los más monumentales de su clase por la fuerza plástica de su espléndida decoración clásica y renacentista. Los muros de este palacio han visto nacer a barbastrenses tan ilustres como el General Ricardos, uno de los grandes militares europeos del siglo XVIII, o los poetas Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, los mejores representantes de la poesía clasicista de esa época, a caballo entre los siglos XVI y XVII.

Plaza del Mercado:

Desde sus orígenes, esta plaza ha congregado a numerosos comerciantes y hortelanos, pero a diferencia de otras plazas españolas no acogió ningún edificio de poder. Comprar, vender ... éste es el papel de la Plaza del Mercado, en una ciudad de plazas especializadas que ya contaba con una Plaza en el Ayuntamiento y otra en la Catedral, expresiones del poder religioso y civil.
En un extremo se encuentra la Capilla de Santa Ana (siglos XVI-XIX). Junto a ella se encontraba el almudí (almacén destinado para la compra y venta del trigo y de otros granos), lo que hacía que a menudo, el polvo saturase la iglesia.
Las casas más antiguas, con soportales de baja altura y un marcado aire popular, conforman un frente compacto y uniforme. El tiempo y los cambios de gusto que cada época trajo consigo, fueron transformando este escenario para la vida cotidiana de los barbastrenses.
Hacia 1926 vio la luz un proyecto que contemplaba la construcción de edificios de tipo historicista como los Almacenes San Pedro o Casa Calonge (neomudéjar). Finalmente en 1975 se construiría el Centro Cultural Entrearcos en el solar de la casa natal de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Inspirado en el estilo tradicional aragonés, fue construido a base de piedra labrada, ladrillo visto, dinteles de hormigón abujardado y teja árabe antigua.

El río, los puentes, las fuentes:

Continuando por la calle Argensola llegamos al río. La orilla derecha del Vero estuvo protegida por fuertes murallas sobre las que más tarde se edificarían las casas. Éstas, de considerable altura, forman un frente compacto y macizo. El acceso a Barbastro desde la orilla izquierda sólo era posible mediante los puentes que conectaban con las puertas de la ciudad.
El Puente del Portillo fue construido en el siglo XX de forma similar al que allí hubo. Aquél, de ladrillo y tres ojos, debió de ser construido hacia 1600 y fue volado en la última Guerra Civil.
El Puente de San Francisco, así como la puerta que conectaba con él, recibió su nombre del convento de franciscanos que se había establecido cerca en el siglo XIII.
En la orilla izquierda del Vero hubo tres fuentes públicas, que dieron nombre a la calle del Arrabal que conduce a ellas. La del Azud y la del Vivero y la de San Francisco, una de las mejores de Aragón, aún perdura. Su construcción fue encargada por el Concejo de la Ciudad en 1553, en un lugar al que llegaba el agua conocido como "Fuente de los Frayles", al escultor maese Jaques de Guertch, que diseñó una traza de marcado aire renacentista, y al consumado cantero Juan de Araçil. La ejecutaron tan sólo en 5 meses, con blanquísima piedra de las cercanas canteras de Fonz.

Conjunto de San Francisco:

El Arrabal, un área de la ciudad que quedaba fuera del principal recinto amurallado de la medina, se empezó a desarrollar en el siglo IX, durante la época islámica. En la Plaza de San Antonio, adyacente a la Iglesia de San Francisco, se encuentran los restos -no visibles por el momento- de unos baños públicos (siglo X), que contaban con varias salas abovedadas y cabezas de leones a modo de surtidores.
En esta área de la ciudad (el Arrabal) se fundó el convento de San Francisco, entre los siglos XIII y XIV, coincidiendo con el periodo de expansión de las órdenes mendicantes. En la Plaza de San Antonio se puede reconocer la planta del antiguo claustro y el trazado de sus muros con las pequeñas ventanas de las celdas, hoy transformadas en casa particulares.
En el siglo XVI y XVII la iglesia medieval se transformó y la amplia nave se cubrió con bóvedas de crucería estrellada. Ya en el siglo XVII se añadieron nuevas capillas como la de los Claramunt, con pinturas murales y un bonito zócalo de azulejos de Muel (Zaragoza). Por una escalera se desciende a una cripta abovedada. Allí hay un banco corrido dividido en quince sitiales tallados en piedra. En este banco se colocaban los cuerpos de los difuntos; los muros de la cripta servían de respaldo a los cadáveres. Algún tiempo después de la construcción de la cripta se debió de cuestionar la bondad de este sistema de enterramiento y se rebajaron los brazos de algunos sitiales para colocar sobre el banco ataúdes de madera.
Una pequeña capilla, cubierta con bóveda de crucería estrellada de hermoso trazado, está dedicada a Ceferino Giménez Malla "el Pelé", un honrado tratante de mulas, gitano, beatificado en 1997 por el Papa Juan Pablo II.

Pozo de Hielo de la Barbacana:

Desde la parte alta de la ciudad se accede al Pozo de Hielo de La Barbacana. A orillas del río Vero, en la falda de la Barbacana, se ha conservado esta construcción que por su monumentalidad y su magnitud, constituye el máximo exponente de una industria que floreció en el Somontano entre los siglos XVI y XIX. En el pozo, rehabilitado y equipado como centro de visitantes, se explican la fabricación y conservación del hielo, el almacenamiento de la nieve, su distribución y sus usos, a través de recreaciones y técnicas audiovisuales.

 

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