Patrimonio Hidráulico
El Salto o Azud de Pozán. Pozán de Vero
Los regadíos del Somontano se han mantenido, por medio de una red de acequias, azudes y presas, desde tiempo inmemorial.
Podrían vincularse en sus orígenes con el pasado musulmán de estas tierras: De hecho, la tradición popular dice de este azud que es obra de moros. Pero pese a su remoto pasado, como es lógico, estas construcciones fueron sucesivamente reedificadas debido a la destrucción causada por las periódicas avenidas del Vero.
Un azud, (del árabe hispánico assúdd, y éste del árabe clásico sudd) es una presa hecha en los ríos a fin de tomar agua para regar y para otros usos.
La de Pozán es una de las más monumentales obras de su clase, de las mejor construidas y conservadas.
Se trata de un consistente muro, muy bien asentado sobre la roca, construido en un punto donde el río había formado un gran pozo, que se ahondaría con el salto. Quizás este pozo fuera el origen de la localidad ya que en su primera mención en 1095 aparece como "Poz sant”.
Estaba destinado a elevar el nivel del agua para derivarla a la acequia de San Marcos y utilizarla para mover varios molinos y un batán y para regar las huertas de Castillazuelo y Barbastro.
En 1606 el fustero de Barbastro Luis de Ruesta y su hijo, se encargaron de la reconstrucción de un azud cerca de aquí con madera de roble. Los azudes de carpintería actuaban de la misma manera que los de piedra, ya que entre sus vigas también contenían rocas menudas. Fueron los más corrientes hasta el siglo XVI y XVII: aunque eran más frágiles que los de cantería, su precio era muy inferior.
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Pantano de los Moros. Azlor
El embalse de La Fondota se construyó a finales del siglo XVIII con la finalidad primordial de almacenar agua para el riego, pues aunque ningún río atraviesa las tierras de Azlor, sí existen en sus alrededores numerosos manantiales que alimentan arroyos y barrancos importantes como el de la Clamor.
Con sus algo más de 64 hm3 de agua embalsada, cuando se construyó a finales del siglo XVIII, debió ser uno de los mayores de todo el país. Las obras se iniciaron en 1795 y se prolongaron al menos durante 5 años. Hoy, tras su reciente acondicionamiento, permanece en uso.
El agua queda retenida gracias a un muro curvo (convexo hacia el exterior) de unos 50 metros, que cierra el barranco. Está realizado en sillería bien escuadrada y montada con piezas de grandes dimensiones, con algunos sillares almohadillados. Esta barrera retiene una lengua de agua de unos 100 m. de longitud. En la parte central se abre una pequeña cámara abovedada con medio cañón que sirve como desagüe. La presa tiene una altura sobre el terreno de 14,95 metros.
La construcción de una obra de semejante envergadura sólo pudo darse en circunstancias especiales. Fue posible contar con los abundantes recursos económicos necesarios por ser Azlor lugar de señorío.
Por otra parte, un proyecto de estas características sólo pudo gestarse en un contexto ideológico concreto, el de la ilustración, época en la que todo el país estaba imbuido de un espíritu reformista basado en el progreso. Se instó desde la Corte a las personas más influyentes y acomodadas de cada localidad para que colaboraran en el estudio de los problemas de la agricultura, la ganadería, las industrias, el comercio y las comunicaciones... La agricultura estaba en auge, aumentó la producción manufacturera y se intensificó el comercio. El momento era propicio y la acogida a proyectos como el del Embalse de la Fondota, fue entusiasta.
Además de como Embalse de la Fondota, se le conoce como “Pantano de los moros”, lo que apunta a un aprovechamiento de estas aguas en épocas muy remotas. En cualquier caso, la tradición popular atribuye a los moros muchas construcciones cuyos orígenes se pierden en la memoria, como el pozos fuente de los Moros, en Ponzano, el Pozo de hielo "d´os moros" en Buera o las balsas de Basacol en Alquézar...
Fuente y lavaderos moros. Azlor
En toda la Comarca se encuentran fuentes con soluciones similares, lo que las convierte en uno de esos elementos de nuestro patrimonio que aporta carácter y personalidad propia al Somontano.
Responden a un modelo que se gestó a lo largo del siglo XVI, en una época en la que la puesta en práctica de nuevas técnicas, la elevada cualificación de los maestros fonteros y la bonanza económica, posibilitaron el acercamiento del preciado líquido a las poblaciones. Este sencillo modelo, que se siguió utilizando hasta principios del siglo XIX, consta de un cuerpo cuadrado coronado por una sencilla moldura, en el que un arco cobija la pila a la que vierten los caños.
Esta fuente se conoce con el nombre de Labanera. Destaca por sus grandes dimensiones, la excelente calidad de la talla de los sillares y por la escalera de piedra, que aporta monumentalidad al conjunto.
Junto a la fuente se encuentran los lavaderos. A diferencia de la mayor parte de los lavaderos de Guara Somontano, que son rectangulares, éstos presentan la particularidad de estar excavados en la roca arenisca. El agua procedente de la fuente va corriendo por varias piletas pensadas para las diferentes fases del lavado, de tal modo que la primera es utilizada como “aclarador”. El diferente nivel al que se encuentran las piedras de lavar permite hacerlo de rodillas o de pie.
Se conocen como lavaderos moros, porque en el subconsciente de nuestros antepasados aquello cuyo origen se perdía en la memoria sólo podía pertenecer al 'tiempo de los moros'
Algunos lugares con agua, como estas fuentes y lavaderos están habitados por mujeres muy hermosas, llamadas aquí moras o lavanderas. Peinan sus largas y doradas cabelleras con aceite de enebro a la luz de la luna, dejándose empapar su torso desnudo y sus danzantes pies por el rocío del amanecer. Son muy huidizas, por lo que no es fácil verlas. Normalmente, sólo puede verse su blanca colada tendida sobre los arbustos o entre los árboles. Pero si alguna persona de corazón limpio tiene la suerte de apoderarse de una de sus prendas, será dichosa para siempre y gozará de una gran fortuna. También dicen que esas prendas tienen el poder de deshacer los hechizos de las brujas... Estos espíritus fantásticos relacionados con la naturaleza y con el agua enlazan con épocas muy antiguas y mitos griegos, como el de las náyades, ninfas de las fuente y manantiales.
El agua hoy en día nos es tan accesible que olvidamos su importancia y su pasado. Y es que, hasta hace no mucho tiempo las fuentes fueron uno de los elementos más dinámicos de la población y sus alrededores eran lugares de frescor, de reunión y palabreo.
Puente de Villacantal. Alquézar
A través de este puente se cruzaba el Vero por el camino que desde Sobrarbe bajaba a Barbastro. Situado a la salida del cañón del Vero, contribuye con su presencia a incrementar la belleza de este entorno, uno de los más espectaculares de Guara Somontano.
Si te acercas hasta allí te sorprenderá la innecesaria anchura del tablero de este puente que ponía en comunicación la estrecha y empinada senda de ambas orillas.
Su presencia en un punto de tan dificultoso acceso por ambas laderas sólo se justifica por la importancia que tuvo Alquézar como distribuidora de comunicaciones en tiempos pasados.
Presenta peculiaridades que lo diferencian de todos los puentes de Guara Somontano: planta acodada en ángulo, dos ojos, uno en arco ligeramente apuntado y otro de medio punto, un tramo del tablero recto y otro levemente inclinado, ausencia de pretil...
Aunque la tradición oral atribuye su construcción, como la de muchos otros puentes de piedra, a los romanos, se trata de una obra del siglo XVI.