La Ermita de San Juan, construida en época medieval (siglo XIII), ha llegado a nuestros días con abundantes modificaciones. Los restos que se observan en su entorno corresponden al trazado de la primitiva iglesia, de grandes dimensiones, de una sola nave de planta rectangular, dos tramos y cabecera poligonal.
Junto a estos restos arqueológicos se puede ver una sepultura antropomorfa excavada en la roca. La existencia en este lugar de un enterramiento aislado, no integrado en una necrópolis expresa diferenciación social y económica y una personalidad destacada del individuo enterrado allí. En esta época en la que la mayoría de las personas eran inhumadas de manera anónima en vastos cementerios comunes, a veces simples descampados, contar con una sepultura perpetua era un indicio más de la elevada extracción del difunto, del que por otra parte, nada sabemos.
Tratándose de un personaje acomodado, probablemente tras su muerte debió ser envuelto en un sudario de tela blanca y velado por los familiares, antes de ser trasladado hasta el lugar del enterramiento, acompañado de un solemne cortejo con luminarias y plañideras contratadas para la ocasión. Durante el trayecto se escucharían cantos, plegarias y llantos y las campanas doblarían para ahuyentar a los demonios.
En Peralta de Alcofea, al alba sonaba una campana para despertar a los labradores y a las 11 anunciaba el momento en que las mujeres se ponían en marcha hacia el campo para llevarles la comida.
Si algún caminante se extraviaba en el monte, el sonido de la “campaneta de San Juan” le orientaría, porque todas las noches, hacia las 6 en invierno y las 8 en verano, los sanjuaneros la tañían.
Pero además de poner en marcha la vida del pueblo y socorrer a los perdidos, su mágico sonido era capaz de esconjurar las tormentas y alejar los pedriscos*.
La ermita está dedicada a San Juan Bautista, el santo más festejado en Europa. Desde tiempos remotos la llegada del solsticio de verano fue una de las fechas más importantes para muchos pueblos de Europa. Coincidiendo con esa fecha, la noche del 23 al 24 de junio, se celebra la fiesta de San Juan Bautista, el día en que se conmemora su nacimiento de Isabel, prima de la Virgen María, 6 meses antes del solsticio de invierno y de la Navidad (nacimiento de Jesús). Su fiesta va acompañada de una serie de rituales, prácticas y costumbres, que parecen remontarse a tiempos precristianos.
Esa noche, la más corta del año, se celebra el triunfo de la luz sobre la oscuridad y en sus rituales las hogueras cobran un especial protagonismo. El fuego de las hogueras heredero de antiguos cultos paganos al sol aleja a los malos espíritus, y le ayuda a renovar su energía.
Es una noche mágica en la que todo puede suceder: las plantas adquieren propiedades especiales, las mozas encuentran novio y el amor no tiene ataduras, encantarias, moras y lavanderas andan en libertad cerca de ríos y fuentes, las grutas secretas de repente son accesibles a los mortales y los tesoros ocultos pueden ser descubiertos...
En Peralta, tiempo atrás, antes de salir el sol, hombres y mujeres iban a coger agua de la balsa para por la mañana "Sanjuanarse" con ella. También ponían en esa noche, un ramo de "fendejos" (esparto) en los nogales para que las nueces no se cucaran.