En el seno de esta ilustre familia nació Félix de Azara (1742-1821), militar, marino, ingeniero, descubridor y el naturalista más destacado de su tiempo. En los viajes que como militar le llevaron al sur de América, comenzó observando cada día el cielo, tomando datos geográficos, atendiendo a las plantas, los animales y los hombres de aquellas tierras. Aunque autodidacta, sus teorías serán antecedentes directas de las que llevaron a Darwin a formular su Evolución de las Especies. Hacia 1815 se retiró en esta casa, donde revisó algunas de las obras redactadas durante sus viajes por América.
Aunque el miembro más desatacado de esta ilustre familia fue Félix de Azara, militar, ingeniero, naturalista, descubridor y científico, sus hermanos también fueron hombres y mujeres notables: Eustaquio fue obispo de Ibiza y Barcelona; Lorenzo, profesor de la Universidad y deán del cabildo de Huesca; Mateo, auditor en la Audiencia barcelonesa y Mariana alumbró a Eusebio -ministro de Estado-, a Dionisio -cardenal- y a Anselmo -marino afamado-. Otro hermano, José Nicolás, fue, quizá, el más astuto diplomático de aquella vieja Europa.
José Nicolás de Azara (1730-1804) fue uno de los más valiosos diplomáticos de Carlos III y Carlos IV. Fue amigo de cuatro papas, embajador en la corte de Napoleón, protector del pintor Mengs y aclamado en Roma por sus desvelos en proteger la ciudad de la amenaza de las armas napoleónicas.
Retirado en Barbuñales escribiría: « ...me voy enamorando un poco de este país y de esta vida. Como y duermo con una quietud que no conocía, y doy paseos magníficos quasi siempre por terrenos propios. A una legua de mi casa tenemos los hermanos un señorío de lo más antiguo de Aragón, Lizana, donde hay olivos, batanes, labranzas y muchos carneros. Yo salí tan chico de aquí, de nada me acordaba. Si puedo recoger los trebexos que dejé en Italia ésta será mi sepultura, porque tan cerca está el cielo de Barbuñales como de París y Madrid... ». 17 de mayo de 1800.
Don José Nicolás de Azara, primer marqués de Nibbiano, murió en 1804 y sus restos reposan en la iglesia parroquial de Barbuñales.
La Casa de los Azara conserva en el patio la carroza que condujo al lugar sus restos mortales.