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La Candelera, por su localización a 631 m de altitud, es un auténtico balcón natural al Somontano desde donde es posible ver numerosos pueblos: Hoz de Barbastro, el despoblado de Guardia, Coscojuela de Fantova, Cregenzán, Burceat, Olvena, Estadilla, Fonz, Salas Bajas... Además de cumbres como el Turbón, San Gervás o Buñero y sierras como Sis, Estada y la Carrodilla.

Según la tradición local, en el mismo lugar donde hoy se levanta la ermita ya existió un castillo “de los moros”, aunque no es hasta época medieval cuando aparece documentado allí un enclave fortificado. Este debió desempañar un papel importante en la conquista cristiana de Barbastro en 1101 por Pedro I.

De la primitiva iglesia románica sólo se conservan el muro norte, las ménsulas que sujetaban la cornisa y la traza del templo. En el interior, dos estelas funerarias de piedra arenisca recuerdan el rico pasado histórico del lugar.

Desde hace siglos se venera en la ermita a la Virgen de la Candelera, patrona de Salas Altas. La imagen de mármol blanco sustituyó a la antigua, destruida en la Guerra Civil, a la que se le atribuían numerosos prodigios o milagros como el de sudar copiosamente o terminar con la sequía. Antiguamente acudían hasta aquí de rogativa los pueblos de Salas Altas, Salas Bajas, Huerta, Pozán, Castillazuelo, Cregenzán, Guardia y Hoz de Barbastro.

La ermita de La Candelera guarda, celosa de su rico pasado histórico, vestigios de un asentamiento ibero y de un poblado medieval: estelas funerarias, tumbas rupestres, restos de una muralla... Aún pueden oírse los ecos de leyendas de reyes y princesas moras que allí vivieron…

Aquí se veneró la imagen de la Virgen de Salas hasta los primeros siglos de la Edad Media. Su culto se extendió por toda la Península, incluso entre nobles y reyes como Alfonso X el Sabio, en cuyas Cantigas se recogen algunos de sus prodigios. La tradición cuenta que reinando doña Sancha, la talla románica fue llevada por los ángeles al Santuario de Nuestra Señora de Salas en Huesca.

Las campanas de la torre de La Candelera (Mediana o Santa Bárbara, de 650 kg, Pequeña o Dominguera, de 428 kg y Grande o María de las Candelas, de 900 kg), fueron las encargadas durante siglos de comunicar a los vecinos una defunción, un incendio, las horas, la fiesta, el extravío de una persona, la Misa…

Aún hoy, en días de fiesta, los mozos suben al campanario y con gran respeto y alegría, bandean las campanas. Esta tradición centenaria se trasmite de padres a hijos y anuncia “día grande” en Salas Altas.

 

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Cuentan que en Salas Altas vivió la bruja Gracia la Nadala, cuyo poder era tal que llegó a presentarle a Dominica la Coja, otra conocida bruja de Pozán de Vero, al mismo diablo. Junto a otras brujas de la comarca, se reunían los viernes a medianoche en el Peñón de Güera para planear sus fechorías: echar mal de ojo a un niño, maldecir a los animales domésticos, incordiar a los novios en su noche de bodas,…

Temerosas de sus poderes, las gentes del Somontano intentaron protegerse mediante elementos mágicos: símbolos solares, cruces, aldabas o motilones, toscas figuras labradas en madera que se colocaban en los aleros para evitar que el mal penetrase en las casas.

Casa Cosme, Pedrochil y Mateu conservan en sus aleros de madera unos motilones, conocidos en Salas Altas como espantabrujas. Se trata de toscas figuras que recuerdan a rostros o figuras humanas Con su ubicación en lo alto de la casa, junto al acceso a las falsas, querían protegerla del ataque de brujas y otros demonios.

Cuenta la tradición que en esta localidad vivió una poderosa bruja, Gracia la Nadala. Su nombre aparece en el proceso inquisitorial abierto a Dominica la Coja, bruja confesa de Pozán de Vero. En él se dice que ambas habían matado a varias criaturas tras entrar en las casas ayudadas por el diablo.

En el camino de Salas Altas a Buera, se localiza el Peñón de Güera donde dice la tradición se reunían las brujas del entorno para celebrar maléficos aquelarres en los que se convertían en gatos negros y cabras ayudadas de pócimas y ungüentos.

 

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