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Uno de los pequeños rincones del Somontano que merece la pena ser descubierto es la localidad de Asque, famosa por su miel, sus pinturas rupestres y por sus diabólicas construcciones… 

Comencemos por su situación, Asque pertenece al municipio de Colungo y se encuentra en pleno corazón del Parque Cultural del río Vero y en plena Sierra de Guara. Desde aquí se pueden iniciar excursiones hacia los abrigos con pinturas rupestres o hacia Alquézar, primera etapa del Camino Natural del Somontano. 

En su hermoso entorno natural nos encontramos el antiguo paso que comunicaba Asque con la cercana población de Colungo a través del puente del Diablo. Merece la pena acercarse a visitarlo por su espectacular emplazamiento en el barranco del Fornocal. La dificultad de su construcción y el riesgo que ésta supuso, hacen que la tradición popular se la atribuya al mismo diablo.

Uno de sus recursos más importantes continúa siendo la miel de Asque, de gran prestigio en la zona. En el terreno artístico, la localidad destaca por su iglesia parroquial, dedicada a Santa Columba. Esta se construyó hacia 1885 siguiendo los cánones estéticos del estilo neogótico. 

Y hablando de arte, no nos podemos olvidar de la bonita ruta que parte desde Asque y lleva hasta el abrigo de Regacéns, famoso por sus pinturas rupestres. Un plan inmejorable para realizar en familia y aprender un poco más del modo de pensar del hombre prehistórico.

 

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El municipio de Hoz-Montesa comprende las localidades de Montesa, Hoz de Barbastro, Salinas de Hoz, Costean y Guardia (hoy deshabitado), todas ellas situadas en las proximidades de la Sierra de Salinas.

En sus faldas los bancales arrancan al monte pequeños retajos de tierra donde tradicionalmente se han plantado olivos y almendros. La llanura ha sido ocupada recientemente por grandes extensiones de viñedo, aunque el olivar sigue proporcionando trabajo y riqueza a los habitantes de esta tierra.

Es la explotación de los abundantes manantiales salinos que brotan en los alrededores lo que dio nombre a la población.

Como en casi todas las localidades de pie de sierra, aquí predomina la composición rocosa de los suelos, por lo que en las construcciones se usó preferentemente la mampostería, piedra sin labrar, tal y como se recoge de la tierra, dispuesta de manera irregular.

Las calles, estrechas y empinadas, conducen a la iglesia parroquial de Santa María Magdalena. Se construyó en estilo barroco reaprovechando, en parte, la estructura de un templo anterior: el muro de los pies, orientado al Este y de planta poligonal, pudo ser la antigua cabecera.

Pese a sus pequeñas dimensiones, a la modestia de los materiales usados en su construcción y al carácter popular de la decoración que recibió, constituye una bonita muestra del barroco rural del siglo XVIII.

Las fiestas de Salinas de Hoz se celebran en honor de San Marcos, en torno al 25 de abril.

 

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Un paseo por las calles y alrededores de Salas Bajas nos da cuenta de la relación del hombre y el territorio, en el que desde la prehistoria hasta la actualidad, ha ido dejando su huella imborrable. A lo largo de los siglos la población recibió diferentes nombres: “Salas”, “Salis Inferioribus”, “Salis de Susso” “Salas Baxas” hasta que en 1646 se le asigno definitivamente el de Salas Bajas.

La parte más antigua del pueblo, que se agrupa en torno a la Calle Mayor, cuenta con casas construidas entre los siglos XVI y XVIII. Unas tienen portadas de ladrillo y aire popular; otras son grandes casonas solariegas, enseñoreadas por escudos heráldicos que nos hablan de la nobleza de sus propietarios. En lo alto de algunas fachadas se abren hornacinas para acoger al santo patrón de la casa, que ha de velar por su protección.

En el centro de la población se destaca la gran Iglesia de San Vicente Mártir.

En los alrededores se encuentra el conjunto de la fuente y el lavadero. Se erigió en 1973 a fin de cubrir varias necesidades: la pieza central es la fuente, destinada al abastecimiento humano; un abrevadero recoge el valioso líquido que se derrama de los caños; algo más lejos hay un lavadero rectangular. Una serie de acequias destinadas al regadío de los huertos cercanos prolongan el conjunto.

El camino que conduce a la fuente, típica del Somontano, entre campos de cultivo y viñedos, nos lleva a la ermita de la Virgen del Plano.

Salas Bajas conserva un bonito Torno recientemente rehabilitado. Los vecinos, propietarios y gestores del torno, molturaban aquí las aceitunas de sus campos. Aunque la almazara tiene origen en el siglo XVIII, en la década de 1939 se modernizó notablemente, electrificándose la muela e instalando una batidora y una eficaz prensa hidráulica.

A la entrada de la población se encuentra Bodegas Enate, sinónimo de viticultura de calidad, modernidad y funcionalidad, diseño y arte contemporáneo. En sus espacios interiores concebidos con precisión geométrica se percibe una cadencia de líneas rectas y aristas. Aquí las formas redondeadas son patrimonio exclusivo de la barrica. Pero bajo los volúmenes industriales se esconde todo un mundo de sensaciones, de espacios bien definidos por luces cenitales y materiales cálidos. El sosiego, la armonía y la intensa luminosidad que rodean al edificio inundan también los espacios interiores de esta bodega a través del cristal, de forma que aún dentro siempre queda la sensación de estar un poco fuera. Su vinculación con el arte contemporáneo no sólo queda patente en el diseño del edificio (obra de Jesús Manzanares), sino también en las etiquetas que visten todos los vinos, diseñadas a partir de la obra de artistas como Antonio Saura, Antoni Tàpies, José Beulas o Eduardo Chillida.

Frente a la bodega, en medio del viñedo se encuentra el Bosque de Hierro. 40 vigas de 7 metros de longitud y 180 kilos de peso cada una, integran el monumental conjunto escultórico de Vicente García Plana, que asemeja en sus formas las intrincadas curvas de los troncos del árbol y sus ramas mecidas por el viento. La obra fue creada para la exposición "Todo es Algo" en 2002 y más tarde fue adquirida por la bodega Enate para ser plantada en el campo, dando forma un verdadero bosque de hierro en perfecta simbiosis con el paisaje.

 

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Salas Altas se encuentra en la frontera de dos territorios diferentes: la planicie agrícola cubierta por un mosaico de cultivos de tipo mediterráneo y la línea montañosa descrita por la sierra de la Candelera, a cuyos pies se asienta la localidad.

En la actualidad se trata de un territorio eminentemente vitivinícola. El origen del cultivo de la vid se remonta en estas tierras a época romana. Así lo atestiguan los restos procedentes de yacimientos arqueológicos como El Plano, Lazán o Novalla, localizados en el término municipal de Salas Altas.

Tradicionalmente las explotaciones vitícolas fueron de pequeño tamaño, orientadas al autoabastecimiento. Sin embargo, las excelentes condiciones climáticas y del propio suelo favorecieron el relanzamiento del cultivo de la vid en los años 60.  

El abrupto relieve de la sierra de La Candelera condicionó el desarrollo urbano de Salas Altas. Las casas se han adaptado al escarpado terreno evitando ocupar la llanura cultivable, y dado lugar a un alargamiento inusitado del casco urbano. Éste se articula en barrios bien diferenciados: Bariomato, ra Balsa, Entremuro, ra Carretera, calle de la Iglesia y calle Baja. 

En las calles de Salas Altas destacan algunas casas de las llamadas aquí “grandes”, con elegantes fachadas y armónica estructura, que concentran una zona para vivienda, el almacén y la era o demba que en ocasiones se cultiva como huerto.

Las empinadas calles del Entremuro esconden encantadores rincones que conducen al camino que lleva a la ermita. La iglesia de Santa Ana, erigida hacia 1612 en estilo gótico tardío, sustituyó como parroquial a La Candelera, tan alejada de la población. 

En cada uno de los extremos de la localidad se encuentran las dos fuentes: “ro Puzo” y la “Fuente d’abajo”. El nombre de la primera hace referencia al pozo o aljibe excavado en la roca, de cuyo manantial se alimenta la fuente. Hasta la llegada del agua corriente sirvieron para abastecer a la población, para abrevar los animales y para lavar la ropa. La mitad de los vecinos acudía a una fuente, y el resto a la otra. 

 

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