PUEBLOS
Salas Altas
Salas Altas se encuentra en la frontera de dos territorios diferentes: la planicie agrícola cubierta por un mosaico de cultivos de tipo mediterráneo y la línea montañosa descrita por la sierra de la Candelera, a cuyos pies se asienta la localidad.
En la actualidad se trata de un territorio eminentemente vitivinícola. El origen del cultivo de la vid se remonta en estas tierras a época romana. Así lo atestiguan los restos procedentes de yacimientos arqueológicos como El Plano, Lazán o Novalla, localizados en el término municipal de Salas Altas.
Tradicionalmente las explotaciones vitícolas fueron de pequeño tamaño, orientadas al autoabastecimiento. Sin embargo, las excelentes condiciones climáticas y del propio suelo favorecieron el relanzamiento del cultivo de la vid en los años 60.
El abrupto relieve de la sierra de La Candelera condicionó el desarrollo urbano de Salas Altas. Las casas se han adaptado al escarpado terreno evitando ocupar la llanura cultivable, y dado lugar a un alargamiento inusitado del casco urbano. Éste se articula en barrios bien diferenciados: Bariomato, ra Balsa, Entremuro, ra Carretera, calle de la Iglesia y calle Baja.
En las calles de Salas Altas destacan algunas casas de las llamadas aquí “grandes”, con elegantes fachadas y armónica estructura, que concentran una zona para vivienda, el almacén y la era o demba que en ocasiones se cultiva como huerto.
Las empinadas calles del Entremuro esconden encantadores rincones que conducen al camino que lleva a la ermita. La iglesia de Santa Ana, erigida hacia 1612 en estilo gótico tardío, sustituyó como parroquial a La Candelera, tan alejada de la población.
En cada uno de los extremos de la localidad se encuentran las dos fuentes: “ro Puzo” y la “Fuente d’abajo”. El nombre de la primera hace referencia al pozo o aljibe excavado en la roca, de cuyo manantial se alimenta la fuente. Hasta la llegada del agua corriente sirvieron para abastecer a la población, para abrevar los animales y para lavar la ropa. La mitad de los vecinos acudía a una fuente, y el resto a la otra.
Azara
Siguiendo el cauce ocasional del Barranco de la Clamor, el ondulado relieve está salpicado de rocas de arenisca que la erosión ha redondeado, formando un extraño paisaje. Algunas son singulares y protagonizaron leyendas como la de la aparición de Santa Lucía; otras sirvieron de atalaya y fortaleza, como la de Santa Margarita.
Azara tiene en común con las vecinas poblaciones de Abiego, Azlor o Peraltilla, su pasado musulmán y haber sido conquistada por las tropas aragonesas de Pedro I en 1095, en definitiva un rico pasado, del que son buena muestra los restos de su fortaleza y su iglesia parroquial, construida en el siglo XVI siguiendo los cánones del estilo gótico tardío.
El nombre de Azara suena bien en cualquiera de las variantes usadas en el pasado: Azar, Azahara, Assara y Zaara. Rememora un lugar apacible, de sol brillante, de suave paisaje tapizado de cultivos amables.
Las pequeñas parcelas de cultivo, entre los ondulados montes, se dedican al cereal, al almendro, la vid y el olivo. Sus fértiles huertos son regados gracias al ingenio que trajo el agua. Sólo hay que acercarse a los muchos aljibes excavados en las rocas de los alrededores para almacén del agua de lluvia o a los pozos que en medio de los huertos, traen todavía hoy a la superficie el agua oculta bajo la tierra mediante sistemas olvidados: los ceprénes.
La población de Azara se articula en una calle principal que, desde la iglesia de Santa Lucía, lleva a la plaza y en otra vía que desde ésta comunica con una zona más moderna y ajardinada. Paseando por sus calles se encuentran bellas casas de piedra y ladrillo, con hermosas portadas abiertas en arcos de medio punto de perfecto trazado. Son las casas típicas del Somontano, en cuyas entrañas siempre hay un lugar para que fermente el mosto y, convertido en vino, salga a la luz pleno de aroma y color desde su oscuro y tranquilo reposo en las subterráneas bodegas.
Morrano
La localidad de Morrano se encuentra en la margen derecha del río Alcanadre, entre sus afluentes calcón y formiga. Además de bonitas cruces de término y de algunas obras civiles de interés, destaca la iglesia de San Pedro, obra románica del siglo XII con añadidos de los siglos XVI al XVIII. La torre, románica en sus dos primeros tramos, se remató con un cuerpo en ladrillo don decoración de tradición mudéjar.
Es necesario dirigirse a Morrano para adentrarse en el cañón de la Peonera, donde se encuentra la pequeña ermita de San Martín de Rodellar, también conocida como San Martín de Morrano o de Alcanadre, en uno de los parajes más hermosos del río Alcanadre.
Rodellar
En uno de los lugares más bellos de la Sierra de Guara y rodeado entre los abismos del cañón de Mascún, se dilata el pétreo caserío de Rodellar. El visitarlo garantiza sentir la magia de los lugares apartados y llenos de encanto.
Se divide en dos barrios, el de la iglesia y de la Honguera, en los que es posible apreciar bellos ejemplos de arquitectura tradicional, característica de esta parte del Somontano.
En el paisaje dominado por riscos y encinares, destaca la voluminosa iglesia parroquial de San Juan Bautista, obra del siglo XVII, que aprovechó parte de la anterior fábrica románica.
En las proximidades se encuentra la ermita de la Virgen del Castillo, asomándose a los acantilados del Mascún; también merecen una especial visita el puente medieval de las Cabras y el despoblado de Cheto.
En el entorno se pueden practicar multitud de deportes. Existen cotos deportivos de caza (jabalí, perdiz, zorzales, etc.) y de pesca en la modalidad de captura y suelta. También es un paraiso para los escaladores, donde se localizan importantes zonas de escalada ("Escuela de Rodellar") y es un lugar excepcional para la práctica del barranquismo y senderismo.